Los Diamantes en el mundo del Lujo y la Moda
En un sentido puramente lingüístico no podemos identificar “Lujo” y “Moda” como algo único, pues son palabras que definen conceptos “a veces” antagónicos. No sería correcto identificar el lujo en los años 70 con el movimiento HIPPY. Siendo que este movimiento sí estuvo ligado directamente a la moda, mantuvo un fuerte rechazo al mundo del lujo (al menos ideológicamente).
Por tanto, y dicho lo anterior, ha de entenderse que el lujo y la moda se alían a través de patrones definidos por clases sociales de alto poder adquisitivo. En lo sustancial me gusta siempre aclarar que el lujo y la moda no siempre van unidos al buen gusto; de hecho creo que hemos vivido unos años de opulencia repletos de mal gusto debido fundamentalmente a lo que defino como “el dinero fácil”.
Si partimos de lo anteriormente dicho se puede vislumbrar que mi planteamiento en relación al mundo “moda-lujo” está ligado a conceptos clásicos, por lo que busco en gran medida lo discreto frente a lo ostentoso. El lujo se fundamenta en diferentes aristas compuestas de facetas distintas. Personalmente el lujo lo concibo como algo íntimo, algo que me aporta riqueza interior y satisfacciones para mí y quienes me rodean. Pero es evidente a su vez que existe el lujo externo, ese que se deja ver desde una perspectiva más social. Aquí entra, a mi modo de ver, el concepto de la moda y lujo como fenómeno social.
Todo ser humano necesita identificarse con alguien y/o con algo; este hecho nos hace tener un sentido de pertenencia a un determinado grupo social (sociológicamente llamado “tribu”). Es aquí donde nace el concepto de MODA, pues cada grupo se identifica externamente por su forma de vestir, su forma de ser, de ver la vida y un amplio etcétera de cosas que a cada uno le marcan su vida. Donde nacemos y con quien crecemos, marcan en gran medida nuestra parte social.
Si entendemos la moda como algo pasajero no me interesa. De entrar en ese juego estaríamos en un mundo consumista sin remisión. Para la moda pasajera hay que tener siempre un cubo cerca, pues hay que comprar y una vez ya no esté de moda, tirar. Por ello me centro más en el mundo de lo clásico; ese mundo que a priori no pasa de moda. Esta sensación me es más fácil explicarla si hablo de los diamantes. Un diamante es algo eterno y de facetas elegantes. Cuando los tallamos buscamos siempre sacar el máximo provecho de todas las facetas con el fin de que den el mayor brillo posible. Los diamantes no pasan de moda, son eternos como lo es su propia existencia. Con un diamante puedo hacer un diseño que perdure en el tiempo, algo que casi tenga vida propia y su vida sea eterna. Pero si busco que mis diseños no mueran debo centrarme en lo que creo y no en lo que no creo. Todo aquello que se hace con buen gusto, sin extravagancias, sin buscar un lucimiento excesivo y sin el deseo de buscar lo más caro, tiende a ser discreto y por tanto perdurable en el tiempo.
Cuando hablo sobre mis creaciones y alguien no llega a comprender lo que quiero decir le hablo de mis zapatos (es una manía mía). Necesito que sean suaves, domarlos en poco tiempo y que me queden como un guante. Pero es que además, y una vez el zapato está hecho a mí, necesito que duren, pues los disfruto cuando logro olvidarme que los llevo puestos. Eso mismo creo que debe ocurrir con la moda en general y los diamantes en particular. Vestirnos y no necesitar estar pendiente de la ropa que llevamos es para mí ser elegante. Llevar un diamante con discreción y olvidarnos de él es haber entendido la elegancia.
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